Experiencias en el TBA: Viajando en tren

Argentina es un lindo país, y no es protocolo sino mi sentir en general. Me gusta, lo que más, su gente porque tiene lo que siempre le vi desde lejos: es directa y no se anda con rodeos en nada. Esto es particularmente importante al momento de efectuar reclamos como nación y hacer sentir la presión a las autoridades o al gobierno.
Cuando el pueblo argentino se levanta, las protestas van de aquí hasta la frontera y, casi siempre, la población entera apoya las medidas de fuerza; aunque no participe, se muestra de acuerdo, las encuestas que se dan a conocer en los medios de comunicación así lo manifiestan.
Y Argentina tiene mucho de mejor en comparación con el Perú. En el transporte, su sistema de colectivos es muy bueno (estos colectivos no hay en Lima), hasta en el detalle de subir y bajar sólo en las paradas (y no donde se les cante) y en el pago a la maquinita de adelante del bus y no al cobrador (aquí, al menos en capital, no existe éste), lo que le da orden y minimiza el caos del tránsito. Tiene el subte, que recorre la capital por debajo de sus principales avenidas, y su estado de mantenimiento es bueno. Y los taxis se manejan a través del cobro por la cantidad de recorrido, a más recorrido, más precio.
Algo de lo que me gusta, y más aún aprecio, es ver que la capital está llena de árboles por donde se mire. La convivencia entre estos tremendos árboles y la ciudad es complementaria y, por lo tanto, ordenada. A veces, cuando voy por determinados lugares se me antoja que estoy caminando por Iquitos, al ver tanto árbol.

Si a veces hay calles donde, en verano, el sol no llega a besar el suelo porque encima tiene árboles tupidos q, de un lado y otro de la acera, forman una maravillosa alameda. Y en mi país, a diferencia y hasta donde yo recuerde, en el lugar que tuve oportunidad de ir la situación era inversa, donde había un árbol viejo era casi imposible ver q se plantase otro y se mantenga así el escenario a largo plazo. Todo bien por acá, o un poco mejor, en los asuntos mencionados. Y claro, Buenos Aires tiene mucho más, es inmenso, pero en términos generales maravilloso. Pero no puedo dejar de completar el cuadro anterior sin mencionar las plazas y los parques que se ven en todos los puntos de la capital, muy amplios, limpios y nunca falto de grandes árboles.
Ahora. la experiencia en tren es un punto aparte. Al menos en el tren que hago mi ruta para regresar al lugar donde estoy viviendo ahora.
Es lo más parecido al caos generalizado y fuente inagotable, diaria, de malas noticias o incomodidades al viajar. Me recuerda al transporte de mi país. Al viajar en la combi, con su "al fondo hay sitio" incluido o "sube, pero ya no hay sitio pe causita" que varias veces me pasó. En las horas punta hay que viajar parado y, nunca está de más, cuidando lo q uno lleve de valor.
El tren sale del barrio de Once en dirección a Moreno. Para empezar, se supone que tiene que salir a una hora determinada, pero esa hora no se respeta. A veces sale 5, 10, 15, 20 minutos, y en ocasiones hasta más, demora más su salida. A veces para demasiado tiempo en el camino. A veces, para regresar a Once, el tren demora mucho y hay que viajar apretado como sardina. Una vez, el tren se quedó a mitad de camino y cada quien tuvo q completar su recorrido como pudo.
Además, como yo no me muevo a ningún lado sin mi bicicleta, tengo q viajar en el furgón. Y aquí el furgón es un mundo aparte.
El ambiente es bueno, al menos a mí, en particular, me gusta. Ahí uno se topa con cartoneros que están de vuelta, al terminar la noche, con otros bicicleteros como uno, con chicos de la calle q practicamente viven en el tren, o están ahí por temporadas. Por momentos, en el viaje, aparecen vendedores a ofertar lo q tienen, y de vez en cuando personajes como de otra dimensión (un rockero recontra metido en su papel se me viene a la mente). La fauna es muy variada, razón por la cual me gusta. Además, como ya dije, nadie jode a nadie. Y al contrario se ven grupos de algunos cuantos bebiendo cerveza por aquí, otros están fumando (algunos le dan al porrito, aunq claro fumar está prohibido, pero en el furgón una vez q arranca el tren la buena convivencia se impone a base de estos elementos), y todos como conversando con todos.
Un día de madrugada en q estaba de regreso vi, sin embargo, algo q nunca en mi mente de peruano creí q vería en Argentina. Eran como las 4 a.m. y yo iba recién a casa a descansar. Entré al furgón. No había nadie. De un momento a otro se llenó de cartoneros con su reciclado de toda la noche. Y ya habrían, aparte de ellos, 3 ó 4 personas más. Ni bien el tren comenzó su marcha, vi a toda esa banda de (¿Qué?) sacar fierros puntiagudos como punzones, una pinza, un alicate y materiales afines y empezaron a romper y a sacar todo el fierro q podían sacar... y yo me quedé mirando atónito!. No lo podía creer.
Sacaron casi todo el fierro del q se cuelgan las bicicletas (ahí recién empecé a darme cuenta de cuál era la razón por la q a veces no encontraba en un furgón nada en qué asír mi bicicleta) y se les veía tan entusiasmados en hacer tal cosa q a mí me producía tanta conmoción y tanta bronca contenida... verlos destruir algo q les beneficia a ellos y a todos los q usan los trenes.
Y por desgracia, no subió nadie más al furgón en el trayecto, eso los hubiera contenido, xq lógicamente los destrozos estos los hacen cuando no hay gente o casi nada de ella.
Este hecho fue el máximo que vi, en el tren, de aquellas cosas inverosímiles q sólo creía ver en otras latitudes. Pero habrá que creerle al dicho... "En todas partes se cuecen habas".
Y hay q pensar q por unos cuantos idiotas ni un sólo país, ningún país, se puede venir abajo.
Es tarde y ya tengo q ir a casa. Tendré q tomar el tren. ¿Qué veré esta vez?

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