Crónica de los días festivos

¿Cuál es el peor de todos los robos? Sin duda, el que le hacen a uno. Así como las enfermedades o dolores que le hacen padecer al ser humano, las de uno son las peores. Sin embargo, volviendo al tema del robo, no es novedad que por estos días, en este mes de la navidad y el fin de año, todos salgan en busca del maldito dinero, ese que no da la felicidad pero que sí la simula muy bien.

Muchos trabajamos para ganarlo, nos sacamos la mierda, nos rompemos el lomo para llegar a fin de mes. Y si se puede obtener un ingreso extra con una actividad extra u otra, no dudamos y seguimos laburando.
Eso está muy bien ¿Pero qué hay de aquel que no sabe otra cosa más que hurtar lo ajeno, tomar lo que no le pertenece y, es más, burlarse del que trabaja para un patrón/jefe que por algo/poco/regular le rompe mucho las pelotas, y en el peor de sus defectos, este hampón, juega con su vida o, sin más, practica el tiro al blanco?
¿Cuántos negocios por estos días estarán siendo blanco de la burla, el ataque, la extorsión y hasta el crimen de aquellos que creen que “Diciembre” significa “Arriba TODOS las manos que esto es un asalto”?

Y entonces en diciembre “te persigues” como loco. Ya no se puede confiar en aquel desconocido que entra con cara de amiguísimo, y menos en aquel que entra con cara de malo, o de aquel o de aquella que te saluda y que te habla bien, mientras que en la cabeza de uno se activa el Estado de Alerta pensando en que si a uno lo distraen, es por algo. Ni cuando estás abriendo por la mañana, ni cuando estás cerrando la jornada por la noche, porque cualquier descuido puede ser fatal.
Y cómo “te persigues”. Y hay de ti si te llegan a meter la mano al menor descuido o si te embaucan como al mejor. Porque tu jefe, que ha de estar tomando mate y distendido a sus anchas, no se hace problemas y te traslada el descuento. Porque la culpa es de uno, porque hay que aprender a que uno tiene que cuidarse (o a no descuidarse) y por eso de que, siempre el hilo se rompe por lo más delgado.

Y cuando el pillaje está hecho, hecho está. Sólo queda aprender. Aunque más de uno habrá querido volver atrás hasta el momento justo del pillo, y esta vez no dejarlo ir. No, no, no. Usted se queda. Y en el momento más exaltado de la rabia, la imaginación lo haría alinear al frente de uno y al sonar de una bala lo mandaría a joder a otra parte, quizás al infierno o al reino de los cielos, si es que estas dos fábulas son ciertas.
Porque la imaginación no se lo entregaría al policía de la garita. Aquel que dice que no puede salir de la cuadra, o que para tomar en aprehensión a alguien y en su radio de acción, tiene este alguien que haber sido atrapado in fraganti, o sea, con las manos en la masa. Porque si uno reconociera por la calle un tiempo después al que lo burló, el policía no lo podría retener, ni siquiera para investigar sus antecedentes, porque la Ley es así. Ah claro, y el policía y el delincuente saben de leyes, sobretodo de esta. El día anterior a la escritura de estas palabras, y rato después de la burla en el local, estos ojos al salir a la entrega de un pedido, vieron patrulleros por todos lados. Aunque la imaginación, en el momento más exaltado de la rabia, ya no cree en nadie.
Se le hace como si viera la persecución de Montesinos por Fujimori, o sea la más grotesca de las farsas. Aunque claro, no todos los policías son iguales, no hay que generalizar. Seguramente en algún lugar, haya un uniformado intentando no sucumbir al caos ni a las leyes falaces.

Mañana será 9. Queda mucho diciembre por superar.

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