Próxima estación: Esperanza


Hubo un tiempo, desde q vine del Perú, en q me anduve preguntando por qué la Argentina no tiene el sistema ferroviario con el q pensaba encontrarme: imponente, majestuoso, uno de los mejores del mundo.
Ya desde antes de venir, y sobretodo al saber que mi llegada se concretaría, tomaba un mapa una y otra vez y me ponía a recorrer con el dedo las combinaciones posibles que me podrían llevar desde el Perú hasta Buenos Aires. Los mapas eran los del abuelo, claro está, y no sé si eran del 80 o los 90, y yo imaginaba q tales rutas seguirían estando siempre.
Y aquella q más me animaba era la q me permitiría viajar en tren, desde algún lugar de Bolivia hasta llegar al mismísimo Buenos Aires. Sería la primera y tendría q ser inolvidable. Sin embargo mi primer viaje en tren jamás pudo ser posible.

En mi parada en La Paz pude ver lo q sería la metáfora del pasado, presente (y el futuro no, porq lo hacemos nosotros) del transporte continental. En una cancha de tierra donde se jugaba un animado partido de fútbol barrial yacían muertos, a un lado, los rieles de un tren del pasado. Eran rieles visibles, en desuso, empolvados como después de un partido q no dio revancha, y conteniendo a un vagón oxidado, ruinoso, a modo de instantánea tomada justo después del pitazo final.
Al llegar a la Argentina tomé nota, con el paso del tiempo, del suplicio q significa viajar en tren casi a cualquier hora en q está en servicio, pero sobretodo en las horas pico, para llegar del Buenos Aires provincia a la capital federal. Casi no hay día en q pase algo q impida el flujo teóricamente continuo de los trenes. En q se viaje tan apretado en horas punta q casi no se pueda ni respirar ("viajar como ganado" como suele decir la gente). En q no se detenga el tren en alguna estación intermedia, hasta q se arregle algún problema q haya ocurrido más adelante. Y en q no sabes si podrás volver a casa sin ser víctima de algún manotazo al vuelo, de algún apretón en grupo, de algún empujón a cualquier parte, o en q no sabes, simplemente, si podrás volver a casa.

Se ven tantos rieles en desuso al lado de los q aún se usan. Tantas vías q desaparecen bajo la maleza, bajo alguna construcción de cemento, bajo el invasivo asfalto. Se pueden ver en esas vías en desuso a antiguos vagones vencidos por el paso del tiempo, caídos en desgracia, es como imaginarlos perpetuados en alaridos clamores q nadie escucha.
Ante el panorama de desmantelación q uno tiene ante sus ojos no pueden sino más q desfilarle una serie de incógnitas, un tren fantasma cuyos vagones son esas preguntas q tan solo se responden vagamente, q nunca encontrarán un solo responsable, y en el q todos ellos, cómplices silenciosos, quieren viajar, como en una película de ciencia ficción, tan pronto como puedan en su tren de la codicia, a la galaxia más cercana, al planeta del olvido, allá en el sistema solar del borrón y cuenta nueva.

Hoy vi La próxima estación, de Pino Solanas. Estas son las reflexiones tras este gran documental: se necesita una persona q sepa q reactivando todo lo q fue el ferrocarril argentino a nivel nacional y dándole una eficiencia q permita hacerlo sostenible, siendo todo esto posible a un costo menor al de un tren bala cualquiera, este país será la potencia q siempre pudo ser.

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